Sentimiento de culpa: aprende a gestionarlo

Actualmente, cuando hablamos de culpa lo más probable es que lo asociamos con emoción negativa y desagradable. Con este artículo, intentaremos mirar a la culpa de frente para darle una mayor profundidad y extraer algo que nos sirva para nuestro bienestar. Puesto que de la culpa podemos aprender.

¿Qué es el sentimiento de culpabilidad?

La culpa es una emoción principalmente social, es decir, que se activa cuando hacemos algo que no encaja con la expectativa social o el contexto en el que nos movemos. Conviene diferenciar el sentimiento de culpa y autocastigo, muy ligado al hacer y nuestro comportamiento, de la vergüenza, más asociada a lo que somos y nuestra vulnerabilidad.

Rompiendo una lanza en favor del sentimiento de culpa, este cumple una función sana que es la de indicarnos que hay algo que podemos corregir y mejorar para poder reparar el daño que hemos provocado en el otro o en nuestro ambiente. En los vínculos interpersonales, es habitual que esta emoción se active cuando cometemos un acto que tiene un impacto negativo o desagradable para los demás. Por lo que, el sentimiento de culpa es útil para mantener esos vínculos, reparar el daño causado y aprender del error.

Por otro lado, la culpabilidad puede pasar a ser insana y dañina para uno mismo cuando nos quedamos enganchados en ella. Es decir, cuando no sacamos algo en claro o no sentimos que hemos reparado el daño hecho. Y se convierte más en un autocastigo en el que tenemos un dedo por encima de nosotros reprobándonos lo mal que lo hemos hecho y lo horribles que somos por ello. En este caso, la culpa se convierte en algo que nos ata a nuestro pasado, sin dejarnos opción a avanzar o corregir nuestros errores por mucho que nos esforcemos.

Cómo actúa una persona con este sentimiento

La persona que tiene un sentimiento de culpa excesivo tiende a desconectarse de sí mismo. A estar más pendiente del otro que de sí mismo. Por ejemplo: pedir perdón de forma constante por cosas que no son graves, adoptar una actitud sumisa frente a los demás, tener la sensación de que mi criterio no tiene validez… En líneas generales, la persona que se autocastiga tiende a responsabilizarse en exceso a acciones, situaciones o reacciones que están fuera de su mano. Es, en cierto modo, una forma de salvar y proteger a los demás. Traduciéndolo a palabras de una persona que se autocastiga, sería algo así como “si todo es culpa mía, el malo soy yo y los demás son buenos. Entonces me tengo que ganar su cariño y aprobación”.

Esta culpabilidad excesiva nos alivia de la complejidad que tiene el mundo en cuanto a que todas las personas fallan, tienen errores y no miden bien las consecuencias de sus actos. Asumir que el otro puede fallar y que no es malo por ello, así como yo tampoco soy mala persona por cometer errores, resulta más difícil de digerir porque es menos ideal y perfecto. Lo difícil es tener la conversación de “oye, hay algo que haces en relación a mí que no me gusta” o “no voy a cumplir tus expectativas ni cubrir todas tus necesidades”. Y toca ponerse a negociar con el otro en cuanto a lo que puedo pedir y dar.

Consejos para afrontar la culpabilidad

Para quitar el sentimiento de culpa excesivo y quedarnos con la culpabilidad adaptativa y sana, se pueden plantar diferentes semillas.

La primera es aceptar que fallar es humano y que, por lo tanto, cuantos más errores cometo más puedo aprender como persona. Es crucial darnos el permiso para cometer errores con el fin de enmendarlos. Primero experimento y luego doy sentido a mi experiencia. Las relaciones humanas en las que no se dañan entre ambas partes no existen puesto que son muy ideales o superficiales. Si quiero tener un vínculo profundo y que me aporte sentido, necesito asumir que voy a hacer daño a la otra persona y la otra persona me dañará en algunos momentos. Así como darle al otro el 50% de responsabilidad que le corresponde dentro de la relación. La clave está en si ambos estamos dispuestos a reparar el vínculo cada vez que se deteriore. El compromiso desde lo realista es sanador.

Ligado a esta idea, compartir nuestra carga vital con personas de confianza nos puede ayudar a aflojar con nuestra culpabilidad. Si tengo un acompañante que lleve conmigo una parte de mis errores y me dé su punto de vista a lo que hago, podré ver qué cosas se me están escapando. De este modo gestionaré mis emociones de forma más coherente. Además de asumir que no tengo las respuestas de todo lo que sucede a mi alrededor.

En tercer lugar, hay que construir y conectar con la voz de la autocompasión. Esto es, intentar ser, para nosotros mismos, el amigo que nos entiende y nos acompaña. En lugar de hablarnos como el padre que nos castiga y nos grita por hacer las cosas mal. Quizá nos exigimos en exceso en las relaciones interpersonales y nunca podremos cumplir esas expectativas. Y habrá que intentar ajustar esos ideales a la realidad de lo que soy y lo que me rodea.

Por último, nos tenemos que esforzar por hacer trabajar el sentimiento de culpa para nuestro deseo de mejorar y de tener relaciones saludables, no al revés. Esto se puede trabajar a través de una pregunta que inicie este camino: ¿en qué aspectos de mi vida puedo hacer las cosas un poquito mejor, dentro de mis posibilidades? En lugar de pensar: ¿qué hago mal? O ¿tengo la culpa de todo lo que me pasa en la vida? Puesto que nos dejan en un lugar de inferioridad en el que sí o sí voy a tener que cargarme con algo para arreglarlo. Dale al mundo la opción de ayudarte y no te cargues con todo.

Webinar: Tipos de depresión, causas y cómo afrontarlas

¿Quién no ha escuchado, recientemente, comentar a su compañero de trabajo, a su vecino o, incluso, a un familiar que alguien cercano está pasando por una depresión? Este es un trastorno mental muy común que afecta, según la OMS, a más de 200 millones de personas a nivel mundial.

Ante esta situación, desde Estar Contigo Terapia hemos querido realizar un webinar sobre la depresión para dar más información y consejos sobre un problema de salud mental que está cada vez más presente en nuestra sociedad y en nuestra realidad.

De este modo, Buenaventura del Charco Olea, psicólogo sanitario y director clínico de Estar Contigo Terapia, se ha encargado de impartir un webinar sobre los tipos de depresión, sus causas y como afrontarlas.

¿Qué se ha tratado en este webinar sobre la depresión?

Durante la duración de este webinar, hemos podido conocer los diferentes tipos de depresión, como son:

  • depresión autocrítica
  • depresión autoabandono
  • depresión represión y evitación emocional
  • depresión vacío existencial
  • depresión circunstancial (reactiva)

Analizando cada uno de estos tipos de depresión, desde la dilatada experiencia y profesionalidad de Buenaventura, hemos tenido la oportunidad de conocer interesantes consejos para poder tratar este malestar, descubriendo su origen para devolver el bienestar emocional. Esta forma de clasificarlas no es en base a sus síntomas ni categorías, sino a los motivos que llevan a ella y su función. Este enfoque puede ser más útil para los pacientes porque deja más claro la potencial solución y donde centrar esfuerzos para intentar superarlas.

Para que puedas volver a verlo, compartimos contigo el vídeo sobre el webinar de los tipos de depresión. Y si no pudiste llegar a verlo en una primera ocasión, ahora es el momento de hacerlo.

Cómo identificar a una persona narcisista

A menudo se habla sobre en narcisismo y es importante saber que muchos de los rasgos que se asocian a lo que es una persona narcisista no son rasgos o características exclusivas de ellos sino que todos y todas, en algún momento de nuestra vida podemos mostrar comportamientos o actitudes narcisistas sin que ello suponga que tenemos una personalidad narcisista como tal. Veamos esto en más detalle.

¿Qué es una persona narcisista? ¿Qué tipos hay?

En las personas consideradas narcisistas existe un patrón más o menos estable y expandido en el tiempo de unos rasgos de personalidad. Estos rasgos tienen que ver con una necesidad grande de ser admirado y reconocido, una autoestima aparentemente “inflada”, egocentrismo y falta de empatía. Suelen ser personas que creen que sus ideas y valores están por encima del resto y son las únicos verdaderas. Por último, la necesidad de control también suele ser característico, manifestándose muchas veces a través de la monopolización de las conversaciones y la manipulación emocional, entre otras.

La personalidad narcisista también puede considerarse según algunos autores (Joshua D. Miller y W. Keith Campbell) como un espectro. Es decir, existen distintas formas de ser una persona narcisista describiéndose habitualmente varios tipos de narcisista. Veamos éstas categorías.

Narcisismo exhibicionista

Le gusta mucho ser visto, admirado y alabado. Suele posicionarse en el centro de las conversaciones y de la atención exaltando bastante sus logros o capacidades. A menudo dan consejos a los demás destacando sus propias vivencias e historias, como si tuviesen la verdad absoluta o supiesen mucho de la vida.

Narcisismo introvertido

También consigue la atención de los otros pero esta vez a través de un rol más bien victimista. Se posiciona en una posición inferior o de malestar y sufrimiento. Esto suele generar en su entorno la necesidad de prestarle atención. Es decir, a través de este papel de víctima consigue que los otros se queden a su lado.

Narcisismo tóxico

Lo que más destaca en este tipo de narcisismo es la necesidad de sentirse por encima del otro. Estas personas suelen mantener relaciones íntimas con personas a las que poder dominar o manipular, especialmente a través de la culpa o posicionándose muchas veces como un salvador o una pieza crucial de su vida. Además, tienden a minimizar a la otra persona o ridiculizarla, a veces de forma muy sutil, generando inseguridades y temores.

Rasgos de una persona narcisista

  • Tiene sentimientos de grandeza y superioridad (exagera sus logros y talentos, por ejemplo)
  • A menudo tiene fantasías entorno al éxito, el poder, la brillantez o la belleza
  • Se cree especial o “único”. Suelen esperar o querer un trato privilegiado
  • Necesidad excesiva de ser admirado
  • Baja o nula empatía hacia los sentimientos ajenos
  • A menudo se aprovecha o busca beneficios en sus relaciones interpersonales
  • A menudo siente envidia de otros o piensa que los demás sienten envidia de él/ella

¿Cómo se relacionan las personas narcisistas?

Como hemos visto, las personas narcisistas a menudo explotan y manipulan a las personas de su alrededor y esto suele hacerse más latente en sus relaciones de pareja. Se sabe que no existe ningún patrón en las características de la persona que se relaciona con el narcisista y nadie está exento de caer en las “garras” de este tipo de personas. Pese a esto, sí es habitual que estas personas tiendan a acercarse a personas que pueden encontrarse en un momento vulnerable, que buscan protección o que tienen cierta dependencia emocional.

Si todo esto resuena contigo y crees que tu pareja es narcisista te damos algunos ejemplos de cómo es una persona narcisista en el amor:

  • “Love Bombing”. Ocurre mucho que al inicio de la relación te lo dan todo, alabándote y mostrando lo mucho que te aman a través de detalles y palabras
  • Habla mucho de sí mismo/a pero habláis poco de ti
  • “Gaslighting”. Esta forma de manipulación te hace sentir culpable o sin criterio
  • Hace bromas que te ridiculizan o dice cosas hirientes a las que quita hierro si dices que te duele o te afecta

Para terminar, decirte que, si te estás relacionando con una persona narcisista o sientes que no puedes dejarla, puede ser un buen momento para reflexionar sobre los motivos por los que no puedes salir de esa relación. ¿Qué te engancha a el/ella?, ¿Cómo te sientes cuando estás con él? ¿Te sientes cuidada y querida?. Una terapia emocional puede ayudarte mucho, pero si no puedes permitírtelo, hazte estas preguntas y no dejes de hablar con personas de confianza pero sobre todo, escúchate a ti mismo/a y elige quererte.

Ataque de ansiedad: síntomas y qué hacer

El que ha sufrido ansiedad sabe lo incómoda y desagradable que es. La sensación de pérdida de control, miedo a enloquecer, sudores, temblores, etc. Además, cuando llevamos tiempo sintiendo ansiedad solemos sentir también un desgaste y cansancio. Puede surgir una tristeza profunda relacionada con sentir que mi vida no me pertenece o que ya no sé quién soy.

Síntomas de un ataque de ansiedad

Al ataque de ansiedad también se le llama crisis de ansiedad o ataque de pánico. Esta crisis tiene que ver con la aparición súbita de un miedo o malestar intenso alcanzando el pico máximo en cuestión de minutos. Para cada persona esto puede vivirse de forma muy distinta pero son habituales los siguientes síntomas:

  • Palpitaciones, taquicardia o sentir el golpeteo del corazón
  • Temblores
  • Sudoración
  • Sensación de ahogo y/o dificultad para respirar normalmente
  • Mareos, confusión, inestabilidad y/o nauseas
  • Dolor de pecho y/o de abdomen
  • Sensaciones de calor repentino y/o de escalofrío
  • Hormigueos y/o entumecimiento
  • Desrealización (sensación de irrealidad) y/o despersonalización (no sentirse uno mismo)
  • Miedo a morir y/o a que pase algo terrible
  • Miedo a volverse loco y/o a perder el control

¿Puede ser peligroso?

Muy a menudo las personas sienten que un ataque de ansiedad es peligroso. Esa sensación o temor es normal y está asociado a la misma ansiedad ya que sentimos que el cuerpo está teniendo reacciones incontrolables que generan malestar. En general, salvo que tengas problemas médicos, el ataque de ansiedad no tiene ningún peligro. Recordemos que en el deporte y en otras situaciones también nuestro cuerpo se activa mucho y esto no es peligroso.

Qué hacer en un ataque de ansiedad

Es importante y puede dar mucha calma a la persona saber cómo gestionar un ataque de ansiedad. Te damos algunas estrategias que pueden ayudarte cuando no sabes qué hacer en una crisis de ansiedad:

Haz respiración consciente y profunda

Cuando sentimos ansiedad solemos adoptar una respiración superficial y más centrada en la zona del pecho. Intenta ser consciente de cómo estás respirando y prueba a respirar de otra manera poco a poco, sin exigencia ni prisa. Se ha demostrado que cuando adoptamos una respiración más profunda y lenta desde el diafragma o estómago la ansiedad disminuye. Hay varios ejercicios que pueden ayudarte con esto. Por ejemplo, imaginar que tu barriga es un globo que se infla y se desinfla o la técnica de los 4, 7 y 8 segundos (inhala en 4 segundos, aguanta la respiración en 7 segundos y exhala en 8 segundos).

No luches con la ansiedad

Expresa y toma conciencia de cómo te estás sintiendo sin rechazarlo a nivel corporal. Permite que tu cuerpo reaccione a la crisis recordando que lo que te está ocurriendo no es peligroso. Al igual que llorar nos ayuda en muchos momentos, el temblor es la forma natural que tiene el sistema nervioso de gestionar la adrenalina y la tensión emocional.

Busca apoyo de alguien cercano

Si tienes a alguien de confianza cerca durante una crisis de ansiedad puede ayudarte hablar con esa persona, expresar lo que te está pasando y buscar su apoyo. Puedes darle la mano, mirarle a los ojos o abrazarla. Puede que esto te genere vergüenza o te sientas vulnerable pero puede ayudarte mucho a desahogar la ansiedad y a sentirte más humano/a y acompañado/a.

Escaneo corporal

También puede ayudarte mucho enfocar tu atención en cada zona de tu cuerpo. Por ejemplo, ir sintiendo cada parte de tu cuerpo poco a poco y respirar mientras lo haces. Esto es importante a veces ya que el hecho de sentir (tu cuerpo, el suelo, una almohada) ayuda a conectarnos con el momento presente y ahuyentar así pensamientos catastróficos que están aumentando la ansiedad.

Heridas de abandono: entiendelas y sánalas

¿Qué son las heridas del abandono?

Las heridas de abandono son un término que hace referencia al impacto emocional que crea en las personas, el hecho de haber sido poco cuidados y atendidos por los padres en la niñez.

A veces este abandono es difícil de comprender, ya que puede ser de tipo físico (cuidados, inculcar disciplina y hábitos, higiene y alimentación…), o de tipo emocional (sentirse escuchados, atendidos, preguntados, acogidos y validados en sus sentimientos).

¿Cómo impactan en la vida adulta?

Aunque a veces las circunstancias se imponen y no hay más opciones, siendo necesario o la vía menos mala, hay que entender que cuidar a los padres es una carga grande y desproporcionada para un hijo, para la que nunca está preparado, por muy maduro para su edad que este sea.

Es frecuente pensar que, cuando dicha situación pasa y el niño se convierte en un adulto, ya no tiene mayor impacto, sin embargo, este tipo de experiencia de abandono en la infancia, proyecta una alargada sombra hacia la vida adulta, influyendo enormemente en cómo ese niño que cuidó a sus padres se relaciona de adulto no sólo con ellos, sino también con otras personas e incluso, consigo mismo.

Síntomas de la herida de abandono

Los síntomas de la herida de abandono que se dan más frecuentemente son:

  • Perfeccionismo
  • Depresión
  • Ansiedad
  • Culpabilidad
  • Dificultades para el autocuidado
  • Pensamiento rumiante
  • Dificultad para comprometerse con sus propios objetivos
  • Tendencia a complacer a los demás
  • Problemas para poner límites
  • Falta de asertividad
  • Consumo de sustancias

Además, más allá de los problemas sintomáticos, condiciona enormemente cómo esa persona crea sus vínculos y relaciones afectivas de adulto, experimentando un profundo miedo al abandono, para evitar sentir de adulto en sus nuevas relaciones, el dolor que experimentó de niño. Aunque pueda parecer paradójico, esto le lleva a moverse en posturas muy marcadas de dependencia excesiva (busca en su nueva pareja esa compañía y seguridad que no tuvo) o todo lo contrario, con un afán extremo de mantener su independencia, a fin de no volver a necesitar a nadie por el temor de volver a verse sólo o teniendo que cuidar a otros.

Este miedo al abandono también puede llevarle a asumir roles de cuidador, en los que repite en sus nuevas relaciones lo que hacía de pequeño, ya que para él la forma de expresar amor es a través del cuidado. Esto le lleva muchas veces al autoabandono, ya que su foco está siempre en cuidar a otros y no de sí mismo. Este proceso puede darse exactamente al revés, con un exagerado “egoísmo” y “mirar por lo suyo” ante el miedo de volver a ver eclipsadas sus necesidades por la de los demás.

Cómo sanar heridas de abandono

Si nos preguntamos cómo sanar las heridas de abandono, de forma que no sigan condicionándonos de adulto, la terapia focalizada en la emoción es un tipo de intervención muy adecuado, ya que se trata sobre todo de una herida emocional que condiciona mucho la forma de funcionar más que un “problema objetivo” que ocurra actualmente en la vida de la persona.

En la psicoterapia, y con ayuda del psicólogo, el paciente podrá expresar e integrar las emociones reprimidas (normalmente de tristeza y rabia), así como encontrar solución a esos conflictos emocionales y sentimientos encontrados hacia los padres (por un lado suelen dar pena por su dramática situación pero también enfado) y elaboración del duelo de la infancia normal y alegre que no se tuvo, así como recuperar la sensación de agencia, responsabilidad y empoderamiento necesarias para que la persona se sienta capaz de cuidarse y de anteponerse a otros cuando sea necesario.

La responsabilidad afectiva y su impacto en las relaciones

Mucho se ha hablado últimamente de la responsabilidad afectiva, especialmente en el contexto de las relaciones sexoafectivas. El creciente uso de las redes sociales y las apps para ligar fomentan la necesidad de hablar sobre cómo nos estamos relacionando y el impacto que esto tiene en nuestra salud mental. Hoy hablamos un poco sobre qué es tener responsabilidad afectiva y cómo cultivarla.

¿Qué es la responsabilidad afectiva?

Como mencionábamos, se habla constantemente en las redes y otros medios sobre este término pero, ¿sabemos realmente qué es tener responsabilidad afectiva? La responsabilidad afectiva trata sobre cómo nuestra forma de relacionarnos y actuar en nuestros vínculos, ya sea de pareja, familia o amistad, tiene un impacto y una repercusión sobre ellos. Este término implica tomar conciencia sobre las consecuencias emocionales que tiene en el otro mi comportamiento y en cierta medida, hacernos cargo de ello. Sabemos que esto no quiere decir que tengamos que satisfacer todas las necesidades del otro por encima de las nuestras, pero sí ser conscientes de que los vínculos implican una cierta interdependencia y cuidado mutuo.

Conductas de falta de responsabilidad afectiva

Muchas personas acusan a otras de no tener responsabilidad afectiva, y es que, parece haber una comprensión popular más o menos extendida sobre qué tipo de conductas implican una falta de responsabilidad afectiva. De forma general, hablamos de comportamientos en los que la persona no permite que exista una comunicación emocional basada en la empatía, la asertividad y el respeto. Veamos algunos ejemplos.

-Invalidar o minimizar las emociones de la otra persona banalizando y tratando de “quitar hierro” a lo que siente o mostrando indiferencia a las necesidades del otro.

-Desaparecer o anular la comunicación de forma inesperada. En esta línea, puede sonarte el llamado ghosting, que ocurre cuando una persona con la que parecía discurrir todo sin problemas desaparece de nuestra vida sin dar explicaciones.

-Evitar hablar de la relación y de los límites específicos de ésta. Ocurre, por ejemplo en personas que no quieren definir la relación y postergan o evitan esta conversación constantemente.

-Depositar la responsabilidad de mis actos en la otra persona generando culpa. Esto puede darse de muchas formas, por ejemplo alegando que han sido infieles porque la otra persona no les daba lo que necesitaban.

-Tomar estrategias de manipulación o engaño. Aquí entrarían muchas formas de abuso emocional, algunas de las cuales pueden ser muy sutiles y pasarnos por alto. Por ejemplo, el gaslighting, consiste en negar la realidad de algo que ha ocurrido provocando que la otra persona dude de su propio criterio y se confunda o se sienta culpable.

Cómo trabajar la responsabilidad afectiva con nuestro entorno

Ser responsable afectivamente no siempre es tarea fácil. Para que nuestras relaciones sean lo más saludables posibles es importante atender a si existe equilibrio en cuanto a lo satisfechas y atendidas que están las necesidades y emociones de ambas partes. En relaciones de pareja por ejemplo, puede ser muy útil acudir a terapia de pareja si no conseguimos este equilibrio. Lo mismo puede ocurrir en terapia de familia, donde la comunicación, entre otras, puede complicarse mucho. Más allá de esto, podemos atender a una serie de aspectos para trabajar la responsabilidad afectiva con nuestro entorno en el día a día.

-Comprender qué es la responsabilidad afectiva y aprender a detectarlo, tanto en el otro como en mí misma.

-El autoconocimiento. Ser consciente de nuestras necesidades, valores personales, carencias y de nuestros límites, sin caer en el autoengaño. Puede ayudar hacerse preguntas como, ¿qué busco en una relación?, ¿qué necesito?, ¿qué me está faltando en esta relación?, ¿me cuesta estar sola?, etc.

-Trabajar la comunicación asertiva. Comunicar lo que necesito y mis límites de forma clara, sin caer en la comunicación agresiva ni en la inhibición.

-Fomentar la empatía. Escuchar al otro activamente y tratar de comprender sus necesidades y emociones aceptando que pueden ser diferentes a las mías.

-Respetar al otro y a mí mismo. No transgredir los límites que la otra persona pone así como no quedarnos en un lugar que sabemos que va en contra de nuestro valores o que merma nuestra autoestima o salud mental.

Estoy triste y no sé por qué, ¿qué hago?

Seguro que te resulta familiar la frase “estoy triste y no sé por qué”. A veces cuando estamos tristes podemos tener una sensación de sinsentido o vacío emocional que poco comprendemos. A veces sentimos como si la vida no fuera lo suficientemente gratificante o faltase algo. También podemos sentir que hemos perdido algo valioso o que la vida nos pesa y nos cuesta continuar. Veamos estos temas en mayor profundidad.

¿Por qué me siento triste?

Cada persona es única en su tristeza y a veces este sentimiento se puede hacer difícil de llevar, especialmente cuando estás triste y no sabes por qué. La tristeza es una emoción básica y, como las demás emociones, aparece con un propósito y tiene un modo particular de hacerse sentir. La tristeza tiene una función principalmente relacional. Como dice Anabel González en su libro “No soy yo”: “si no sintiésemos tristeza al perder a un ser querido, probablemente no nos mantendremos tan apegados entre nosotros”. Además, cuando estamos tristes muchas veces necesitamos un abrazo o unas palabras afectuosas de un ser querido. Comunicar esto también puede acercarnos mucho a nuestro entorno.

«Si no sintiésemos tristeza al perder a un ser querido, probablemente no nos mantendremos tan apegados entre nosotros.» Anabel González

Cuando no entendemos por qué estamos tristes es importante escuchar y prestar mayor atención a esa emoción y a los momentos en que aparece. Muchas veces, si está emoción se mantiene constante en el tiempo e interfiere mucho en nuestro día a día, podemos estar atravesando una depresión. Sería aconsejable iniciar una terapia psicológica que te ayude a profundizar y comprender lo que está ocurriendo. A continuación, te ofrecemos algunas opciones para empezar a abordar tu malestar.

Cómo superar la tristeza constante

Aquí viene una pregunta habitual, ¿cómo puedo dejar de estar triste todo el tiempo?. Las emociones no son como piedras en el zapato que podamos quitarnos sin más sin ninguna repercusión. Las emociones, en su versión sana, buscan satisfacer necesidades y aparecen en momentos determinados para luego marcharse y dejar paso a otras emociones. Como un mar que no puede evitar rugir por el paso de una ola tras otra.

Cuando una emoción se vuelve muy constante y afecta en el día a día a la persona, puede ser un signo de que algo no se está procesando adecuadamente. Te recomendamos prestar atención a los siguientes aspectos.

Identifica a la tristeza

Reconócela en tu cuerpo, ¿dónde la sientes? Si tuvieras que ponerle un color o una forma, ¿Cuál sería?, ¿qué pensamientos o qué recuerdos te trae?. Dibujar o escribir sobre ello puede ser muy útil en este sentido.

No reprimas esta emoción

Permítete sentir la emoción sin tratar de huir de ella o evadirla. Es muy común que queramos aliviar la tristeza a través del alcohol, distracción o tapándola con otras emociones como puede ser el enfado. Es importante transitar la tristeza de forma compasiva contigo mismo para que pueda darse el procesamiento emocional necesario.

Habla con alguien de confianza

Comunícate, expresa lo que sientes. Si tienes la oportunidad de hablar con alguien de confianza o una psicóloga, te será muy beneficioso hablar de esto e incluso llorar. Ponerle palabras a lo que sentimos nos ayuda a comprender mejor de dónde viene y además, el sentir que otro nos escucha y puede ver nuestro dolor puede hacerte sentir menos sólo y más humano.

Encuentra momentos de bienestar para ti

Trata de cuidarte, darte momentos de placer o de introspección. Para cada persona estos momentos pueden ser muy distintos, no hay normas rígidas en el autocuidado, escucha tu intuición sin caer en la evitación o la huida de esa tristeza.

Agradece día tras día

Muchos estudios reconocen el efecto beneficioso que trae el agradecimiento en algunos momentos. No siempre tenemos ganas de agradecer y no siempre es necesario hacerlo, pero prueba a conectar de vez en cuando con esa sensación agradeciendo los momentos buenos de tu vida, aunque sean pequeños, o las personas importantes que aún están contigo y a las que quieres.

Apego evitativo: qué es y señales para identificarlo

Tal y como Mary Ainsworth y John Bowlby han dejado latente en la teoría del apego (1969-1978), en nuestra infancia temprana dependemos por completo de nuestros cuidadores y, es por ello que el vínculo que generamos con ellos determina en gran medida nuestro modo de relacionarnos y de vivir nuestras emociones en la edad adulta. A esto le denominamos apego. Hoy nos centramos en un estilo denominado apego evitativo.

¿Qué es el apego evitativo?

El apego evitativo es uno de los cuatro estilos de apego descritos en la literatura sobre la teoría del apego. Siendo adultos, las personas que han crecido con este estilo de apego se caracterizan por guardar una cierta distancia o desconexión de sus propias necesidades y estados internos. Son personas que muestran dificultad en identificar y expresar las emociones, así como en reconocer las emociones en el otro. La persona también suele forjar vínculos algo distantes con los demás sin que exista mucha intimidad o cercanía emocional. Como veremos, estas personas de algún modo sienten que los demás no pueden sostener y ser un refugio respecto a sus emociones. Por ello, las personas con apego evitativo no suelen pedir ayuda ni expresar sus sentimientos, sino que tienden a ser más bien independientes y autosuficientes así como más racionalizadores que emocionales.

También es bien sabido que, para las personas con apego evitativo, la intimidad puede ser una fuente de desasosiego y malestar. Esto ocurre porque la persona puede sentirse abrumada o invadida en la conexión con el otro, con cierta incertidumbre respecto a cómo actuar en este plano de carácter más emocional en el cual se manejan con dificultad.

Causas del apego evitativo

Es habitual que las personas con este tipo de apego hayan vivido en edades tempranas a sus cuidadores como personas que, si bien han podido satisfacer sus necesidades más básicas de alimentación o higiene, no estuvieron muy disponibles emocionalmente y no podían atender sus necesidades más vinculares. Ocurre muchas veces que los cuidadores eran personas algo distantes y poco afectuosas o más bien críticos y exigentes. También, suelen ser cuidadores que no alientan o incluso rechazan la expresión emocional del niño, limitando su repertorio emocional. El niño o la niña responde ante esta situación desactivando en cierta medida su sistema de apego. Es decir, va aprendiendo que sus necesidades emocionales no van a ser atendidas por más que busque a su cuidador, por lo que finalmente, deja de buscarlo. El niño o la niña se distancia emocionalmente de los cuidadores porque ha aprendido que ellos no pueden atenderle en este sentido.

Es sabido que, en la edad adulta las personas con apego evitativo vuelven a sentir que sus iguales o personas significativas no son un refugio seguro para sus emociones. Crecen con la sensación de que el mundo emocional es algo desconocido e incomprensible al que les cuesta poner palabras.

Cómo reconocer el apego evitativo en pareja

Es muy habitual en consulta, ver a personas que acuden preocupadas o tristes porque sienten que su pareja no expresa suficientemente las emociones o no les da el afecto que éstas necesitan. Muchas veces también hay una insatisfacción en cómo viven la sexualidad con ellos.

Como mencionamos en apartados anteriores, para las personas con apego evitativo la cercanía e intimidad con el otro puede traducirse en una fuente de malestar e incertidumbre. Les cuesta identificar y responder adecuadamente a los estados emocionales de su pareja y la expresión de sus propios estados internos suele ser torpe y dificultoso, pudiendo dar una sensación de distancia. Además, es en la sexualidad con el otro cuando muchas veces se puede evidenciar esta falta de cercanía o de conexión emocional y nos puede hacer saltar las alarmas para sentir que algo está fallando en la relación.

También es importante tener presente que las personas con este tipo de apego en general son muy capaces de amar y en el fondo buscan la conexión y el cuidado del otro. Por ello, es muy habitual que tengan sentimientos de culpa y autocrítica por no ser lo suficientemente afectuosos o expresivos con su pareja generando un temor profundo a que les abandone.

Si he identificado que mi pareja tiene apego evitativo puedo sentir que falta algo en mi relación, existe cierto vacío en la forma de conectarnos ya que la intimidad y la conexión emocional puede no estar dándose como a mí me gustaría. Muchas veces esto también puede ser vivido con culpa en esta persona por sentir que no son lo suficientemente merecedores de dicha intimidad y afecto. Vivir con una pareja con apego evitativo puede ser muy difícil, y algo que puede ayudarnos es tratar de encontrar un equilibrio entre aceptar y satisfacer las necesidades de independencia en el otro así como expresarle mis propias necesidades para que también sean atendidas. Hablar abiertamente y de forma clara con tu pareja sobre este tema puede ser un buen comienzo para conseguir este equilibrio en la relación.

¿Se puede tener apego evitativo y ansioso a la vez?

En la teoría del apego se habla de tres estilos de apego de tipo inseguro y un estilo de apego que llamaríamos seguro. Dentro de los apegos de tipo inseguro nos encontramos con el apego evitativo, el apego ansioso y el apego desorganizado. Es decir, tanto el apego evitativo como el apego ansioso son formas inseguras o temerosas de vincularnos con el otro y muy a menudo guardan en su interior un profundo miedo al abandono. La diferencia entre ambos estilos estriba más bien en que las personas con apego evitativo no parecen identificar las señales de dichos temores internos y por el contrario, las personas con apego ansioso sienten de forma amplificada y, en ocasiones generalizada, este miedo a ser abandonadas.

También, es muy habitual que una persona pueda dar signos de un estilo de apego, por ejemplo, evitativo, en un momento de su vida y tiempo después, vivir sus relaciones desde un apego muy ansioso. Esto ocurre porque, las relaciones y los vínculos que vivimos en la edad adulta siguen afectando e interfiriendo en nuestro sistema de apego, el cual puede cambiar en un momento dado como una forma de adaptación frente a nuevas vivencias y aprendizajes.

Apego emocional: qué es y cómo gestionarlo

¿Qué es el apego emocional?

En los vínculos entre personas se mueve algo llamado “apego emocional”. Esto es un deseo de cercanía y acompañamiento de otras personas para sentirnos tranquilos y queridos. El apego emocional se desarrolla durante la infancia a través de nuestros vínculos primarios, es decir, nuestros padres. Según la forma de cuidarnos, de reaccionar a nuestras emociones y cómo responden a nuestras maneras de pedir atención y cuidado, vamos forjando nuestro estilo de apego emocional.

El apego emocional es un concepto que introdujo el psicoanálisis para dar explicación a cómo nos relacionamos con nuestros seres queridos y el impacto que esto tiene en futuras relaciones afectivas. Actualmente, es algo muy tratado en las relaciones de pareja. Conviene destacar que no es lo mismo el apego emocional que la dependencia emocional. La dependencia emocional es un deseo imperioso de estar cerca de alguien o de volcar nuestra responsabilidad afectiva sobre otra persona. El apego es nuestra forma de mostrar y pedir cariño, cercanía y amor.

¿Qué tipos de apego emocional hay?

Existen cuatro tipos de apego emocional:

  • Ansioso-ambivalente: este se corresponde con la persona que suele necesitar mucha cercanía, está muy pendiente de la otra persona y pide cariño de forma continuada. No tiene problemas para verbalizar lo que siente y esto a lo mejor puede abrumar a su pareja.
  • Evitativo: la persona que muestra este tipo de apego da la sensación de ser una persona más fría, necesita mucha distancia y espacio. Tiene dificultades para expresar sus emociones y parece que no sienten mucho, pero por dentro sienten conflicto.
  • Desorganizado: el apego desorganizado es una mezcla de ambos en la que la persona actúa como ansioso-ambivalente y, a continuación en la misma situación, como una persona de apego evitativo. Es un apego difícil de tratar puesto que son personas que se sienten muy desprotegidas y con una sensación de vacío muy grande.
  • Seguro: las personas con este tipo de apego son capaces de poder expresar lo que necesitan sin abrumar al otro, encontrar la distancia adecuada con otras personas y confiar en que los demás no les abandonarán.

Conviene aclarar que los tipos de apego no son categorías dicotómicas ni estáticas (o está presente este apego o no lo está), sino que cada persona lo expresa dentro de un espectro y hay grados. Por otro lado, es posible que dependiendo del tipo de persona a la que tengamos delante nuestro apego cambie y se mueva con el del otro, y viceversa.

¿Por qué ocasiona malestar el apego emocional?

Normalmente, cuando nos relacionamos con otras personas a nivel profundo nuestros apegos se ponen en marcha. Es habitual ver parejas que se complementen en cuanto a que uno de los dos miembros es de apego ansioso-ambivalente y el otro es de apego evitativo. En estas dinámicas son en las que nos quedamos enganchados a nivel sentimental, puesto que cuesta ver las necesidades del otro. Por ejemplo, el que es de un apego más ansioso sentirá que se preocupa mucho por la otra persona pero que su pareja no se preocupa lo suficiente por ella porque no se siente tan cuidada y vista como le gustaría. Asimismo, el que es más evitativo se sentirá desbordado por las emociones y deseos de la otra persona y tendrá dificultades para comunicarlo verbalmente.

Entonces, se genera una dinámica en la que te persigo para que me veas y me hagas caso (ansioso-ambivalente) y el otro se aleja porque se la hace demasiado para gestionar (evitativo). En definitiva, se genera un sentimiento de soledad en ambas partes dado que no terminan de acompañarse de una manera sana para los dos. Es aconsejable, si esto es algo que vives actualmente con tu pareja, puedas consultar a un terapeuta de pareja para que aprendáis a expresaros el uno con el otro y que os acompañéis de la forma más saludable y amorosa posible.

¿Se puede quitar el apego emocional?

Los apegos están muy marcados por las experiencias de crianza que hemos tenido con nuestros padres. Si bien es cierto que hay margen para poder tomar conciencia y actuar de formas más responsables (tanto con uno mismo como con la relación), el apego es complejo de cambiar. Lo necesario es tener la motivación para construir conjuntamente un proyecto con otra persona que se muestre disponible a lo mismo. Para ello, es necesario mostrarse atento y dispuesto a escuchar las necesidades del otro, desarrollar formas de comunicación que se adapten a las maneras de ser de cada miembro de la pareja y respetar los límites que se acuerden de antemano.

Aprende a escuchar tus emociones

Es muy importante el poder reconocer y poner nombre a las emociones y sensaciones que se nos mueven internamente, con el fin de poder expresarlas para que los demás nos entiendan y puedan cubrir lo que pedimos. Por otro lado, si mi grado de conciencia emocional aumenta, podré ser capaz de comprender mejor y de empatizar más con el resto de personas. Teniendo más posibilidades de formar vínculos satisfactorios, estables y duraderos. Para ello, date un espacio para poder parar y observar cómo estás con tu vida, dejándote llevar por las sensaciones que emergen al mirar dentro de ti.

Establece tus propios límites

Aprender a poner límites en nuestras relaciones es crucial para estar cómodos en el tiempo que compartimos con otras personas. Está bien decir “no” cuando no queremos participar en una actividad, no nos gusta algo o, simplemente, no nos apetece algo en ese momento. De esta manera, podemos protegernos a nosotros mismos para poder estar de una forma más auténtica con las personas que nos rodean. No te pongas en situaciones incómodas para ti solo por complacer al otro.

Pide lo que realmente necesites y sea posible

Resultará más accesible para los demás el que yo pida explícitamente lo que necesito si está expresado de forma precisa y, además, si es algo posible de realizar por la otra persona. Conviene ajustar mi necesidad con lo que mi entorno puede disponer para mí sin generar expectativas imposibles de cumplir.

Por ejemplo: “me gustaría que vinieras a recibirme a la puerta con un abrazo cada vez que vuelva a casa de trabajar para sentir que me cuidas y que estás ahí para mí”.

Muéstrate abierto y receptivo con la persona que tienes enfrente

Las relaciones no se basan solo en recibir y esperar a satisfacer lo que yo necesito. También se sostienen cuando aprendo a dar lo que pido y merezco recibir. Si logro prestarle atención a la persona que tengo delante y verdaderamente comprendo lo que me pide o me comunica, podremos establecer un puente de conexión más íntima y consciente que nos unirá de forma auténtica.

Por ejemplo: “pídeme algo que necesites, yo intentaré entender lo que me pides y te preguntaré si no me queda claro” o “comparte conmigo algo que quieras y te escucharé sin juzgarte ni intentar resolverlo”.