Cómo controlar la ira: consejos para tranquilizarte

Sabemos que la rabia y la ira son emociones con muy mala prensa. Nada más lejos de la realidad, seguramente en algún momento de tu vida te han contado o has vivido alguna historia en la que la ira y el enfado han terminado por detonar situaciones violentas o aterradoras. Pero, ¿hasta qué punto esto nos lleva a rechazar una emoción tan básica y adaptativa como la rabia?

¿La ira nos desestabiliza?

La ira es una emoción básica, y como tal busca satisfacer necesidades y tiene una función. Superar un obstáculo que me impide conseguir lo que quiero, apartar a una persona que me hace daño o defender a alguien vulnerable, son algunas situaciones que pueden hacerme conectar con la rabia de forma genuina y protectora. Además, como su función es la de eliminar, apartar o alejar algo dañino, tiene sentido que nos dote de una cantidad potente de energía. Los brazos, las piernas y el cuerpo entero se energiza, sube el flujo sanguíneo, se acelera el corazón, nos preparamos para la lucha. En muchos momentos de nuestra vida va a aparecer esta emoción y es parte de nuestra condición como seres humanos.

Hasta aquí todo bien, sin embargo, muchas personas se preguntan cómo controlar la ira en una discusión, cómo controlar los ataques de ira y agresividad o cómo controlar la ira y el enojo al instante. No hay duda de que a veces se nos va de las manos. ¿Por qué ocurre esto? Por diferentes motivos. Hay personas que pasan la vida sin enfadarse, reprimiendo esta emoción o redirigiéndola hacia sí mismos en forma de culpa o autocrítica. Finalmente, esta emoción busca salida, como un río al que le vamos poniendo diques pero que termina por atravesarlos buscando el desahogo.

Algo distinto que a veces ocurre, es cuando hablamos de la rabia como emoción secundaria. Es decir, muchas veces el enfado aparece como mecanismo protector o defensivo para tratar de evitarnos contactar con otras emociones, como puede ser la tristeza. Un ejemplo clásico puede ser el típico día en que nos sentimos con un humor de perros y como enfadados con el mundo. De pronto algo o alguien nos conecta con una tristeza profunda y echamos a llorar. Probablemente esa rabia estaba viniendo a tapar la tristeza haciéndote flaco favor.

Qué hacer para controlar la ira y agresividad

Es posible que si estás muy preocupado con este tema una buena terapia sea lo que más te ayude. Expresar emociones y sentimientos, darles sentido y elaborar tu propia historia vital parece urgente. Más allá de eso, hay mucho que puedes explorar desde casa. A continuación, vemos algunos puntos importantes.

Piensa tu discurso antes de hablar

Te habrá pasado alguna vez que la rabia te ha llevado a decir cosas de las que más tarde te has arrepentido mucho. Incluso la culpa que podemos sentir después nos puede hacer entrar en una espiral de malestar, culpa y ansiedad bastante complicada. Es importante que entendamos la rabia como algo que vivimos y no como algo que los otros provocan. Sentir que esa rabia es mía y que yo tengo manejo sobre ella nos da sensación de agencia. Aunque lo externo y el entorno nos detonen emociones constantemente, únicamente nosotros sentimos y tenemos manejo sobre esa emoción y tenemos la opción de expresarla de la forma que consideremos. Si necesitas salir de una situación concreta, darle golpes a un cojín o escribir una retahíla de insultos, no dudes en hacerlo. Piénsalo como una forma de protegerte a ti y a los tuyos.

Expresa tu malestar

Como decía, muchas veces nos pasa que hay emociones que no hemos podido expresar o pararnos a escuchar, ¿resuena contigo eso de que en el fondo puedas estar triste? ¿o quizás lo que sientes es más un miedo? ¿Qué cosas te enfadan en tu vida? Escribe o cuéntale a alguien las cosas que te cabrean o que te ponen triste, deja salir todo eso que guardas dentro. Eso te ayudará a ir dándole forma al asunto. Otras preguntas que pueden ayudarte tienen que ver con la función que está cumpliendo ese enfado en tu vida, ¿para qué crees que actúas así?, ¿qué buscas conseguir?, ¿qué necesitas? Algunas de estas preguntas serán difíciles de responder pero estarás de acuerdo conmigo en que merece la pena hacérnoslas para encontrar el alivio y las soluciones a eso que nos está haciendo daño tan a menudo.

Pensamientos intrusivos: qué son y por qué aparecen

¿Qué son los pensamientos intrusivos?

¿Sabes cuando estás leyendo una noticia interesante en internet y, de repente, aparece una ventana emergente con una información que ni has pedido ni te interesa, y que tapa todo el artículo que estabas leyendo? Quizá esta ventana emergente pueda traerte una información que pueda ser útil y necesaria, pero no es a lo que tú querías dedicarle tu atención en ese momento. Esta ventana emergente es un pensamiento intrusivo. 

Calentarnos la cabeza, algo que a todos nos ha pasado y que es terriblemente incómodo. Algo que puede convertir un sábado de descanso en un ensayo constante en tu mundo de fantasía pensando en las mil y una formas de callarle la boca a ese compañero de trabajo plasta con el que discutiste. 

Los pensamientos intrusivos pueden llegar a tocar fibras sensibles en la propia experiencia humana ya que median continuamente en nuestra mente, afectando de una forma tanto directa como indirecta en nuestro estado emocional. Y es que las situaciones por sí solas no determinan cómo nos encontramos, pero sí las interpretaciones que hacemos de ellas, y en estas interpretaciones se encuentran este tipo de pensamientos. Estos pensamientos pueden ser imprecisos y no estar basados completamente en la realidad, por lo que la forma en la que percibimos e interpretamos puede ser inexacta, poco precisa o llevarnos a reaccionar de una forma desadaptativa.

Pueden aparecer de diversas formas, desde imágenes hasta recuerdos, de forma inesperada y generando un desafío a nuestra tranquilidad. Todos tenemos este tipo de pensamientos a lo largo de nuestro día, solo hemos de tener en cuenta que estos pensamientos intrusivos no son más que una manifestación de nuestros pensamientos y emociones más compleja. La pandemia mundial ha tenido un alto impacto en la población y ha contribuido en el aumento de este tipo de pensamientos en la gran mayoría de las personas. La constante preocupación y el miedo por no tocar nada, no acercarnos entre nosotros, lavarnos continuamente y muchas otras de las normas establecidas para evitar el contagio, han podido desarrollar ciertos pensamientos obsesivos en personas que antes no los contemplaban. Es importante tener claro que tener este tipo de pensamientos son comunes en todos y que no nos definen como personas.

¿Cuáles son los pensamientos intrusivos más comunes?

Podríamos escribir largo y tendido sobre los tipos de pensamientos intrusivos. Y aunque pudiéramos puntualizarlos todos, la manifestación de cada uno de ellos dependerá de la persona que los vive, de su contexto, sus vivencias o su relación con el mundo, factores individuales y contextuales que influyen en cada uno de ellos. Pero podríamos abordar algunos de los más comunes ejemplificándolos:

  • Pensamientos relacionados con la agresión: en donde nos imaginamos dando un volantazo con el coche mientras conducimos, apuñalando a alguien con un cuchillo o agrediendo a un ser querido.
  • Pensamientos relacionados con la limpieza: en donde tenemos la necesidad de que esté todo limpio a nuestro alrededor o de no tocar ciertas cosas por no contaminarnos.
  • Pensamientos relacionados con la duda: en donde tenemos que verificar si he cerrado el coche, apagado el gas o si he cometido un fallo en el trabajo.
  • Pensamientos de contenido sexual: en donde aparecen impulsos de tener sexo indebido, de desnudar a un desconocido o de llevar a cabo un abuso sexual.
  • Pensamientos relacionados con las supersticiones: en donde tengo que hacer algo específico porque “si no lo hago ocurrirá algo peor”, como ponerme una ropa concreta para una entrevista de trabajo porque si no, no me darán el puesto.
  • Pensamientos relacionados con la culpa: rumiar situaciones del pasado que generaron una emoción desagradable en mi y de la que no puedo desprenderme, como ese comentario que le dije a mi madre y del que ahora me arrepiento.

¿Están relacionados los TOCs y los pensamientos intrusivos?

Muchas veces estos pensamientos se relacionan directamente con personas con Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), pero como ya hemos visto, todo el mundo los tenemos. La cuestión es que, cuando hablamos de TOC, hemos de tener en cuenta que los pensamientos intrusivos son un componente primario, una condición necesaria para que exista este trastorno, por lo que la relación es directa y evidente. La diferencia con las personas que no padecen un TOC es que, tras aparecer estos pensamientos intrusivos, aparecen una serie de acciones llamadas compulsiones, las cuales tienen una gran cantidad de formas, con la finalidad de paliar el malestar generado por estos pensamientos intrusivos. 

Es cierto que en ciertas situaciones podemos plantearnos si nosotros mismos podemos padecer este trastorno. Cuántas veces hemos aparcado el coche, lo hemos cerrado y hemos echado a andar y, tras 20 metros andados, nos vemos atraídos hacia el coche para verificar que está cerrado, a pesar de que escuché el “bipbip” o vi las luces encenderse. Más de uno hemos llegado de nuevo al coche, hemos agarrado el tirador de la puerta y casi nos quedamos con él en la mano. Y esto es solo un ejemplo de tantos que podemos vivir día a día en nuestra vida. Una forma sencilla de ponernos a prueba al respecto sería preguntarnos: ¿Qué pasaría si no vuelvo al coche y confío en que sí que lo he cerrado?

Cómo aprender a gestionar los pensamientos intrusivos

Partimos de la base de que no podemos controlar lo que pensamos. Aún menos este tipo de pensamientos que ya hemos comentado que son totalmente automáticos e involuntarios. Ahora bien, si estos pensamientos comienzan a generar un alto malestar en nuestra vida, patrones desadaptativos o ciertas disfuncionalidades, hay varias cosas importantes para poder comenzar a gestionarlos.

Por un lado, reconocerlos y entenderlos. Saber qué son y tratar de entender qué función tienen. Darnos cuenta del malestar que nos generan. Encerrarnos en un continuo “quiero intentar no pensar en eso” nos vuelve aún más esclavos de estos pensamientos, que se van apoderando de nosotros y alimentándose de nuestro miedo a no plantarles cara. Intentar no prestarles atención para que desaparezcan es como si te pido que no pienses en un elefante rosa… ¡Exacto! Está condenado al fracaso.

Por otro lado, enfrentarlos y cuestionar su validez sin tratar de suprimirlos y generando consciencia de ellos puede ayudar a disminuir el poder que llegan a ejercer en nosotros y fomentar el desarrollo de pensamientos más adaptativos, dándonos más libertad y bienestar emocional. Pretender controlar algo que no puede controlarse, como son los pensamientos, es básicamente una pérdida de tiempo y un aumento de frustración.

Finalmente, piensa que, en mayor o menor medida, estamos siempre sometidos a presiones, situaciones desafiantes o aversivas que pueden despertar miedos, inseguridades, sensaciones de incapacidad… Lo que puede llevarnos a darle vueltas continuamente a la cabeza hasta dar con una respuesta, que probablemente nunca aparezca, con el fin de generarnos cierto bienestar. Por todo esto, entender qué está ocurriendo en mí, tomar consciencia y desarrollar autocompasión por uno mismo, puede ayudarnos a reducir la frecuencia de los pensamientos, así como el impacto que generan en nosotros.

Fases del duelo amoroso para superar una ruptura

Las fases del duelo en una ruptura

A menudo en nuestras vidas, experimentamos duelos de forma continua por diferentes motivos: despedidas de personas que se van lejos, etapas vitales que se cierran, trabajos que terminan… Por ello, es importante que tomemos conciencia de lo que supone un duelo y cuál es el curso natural hasta poder superarlo. El objetivo de un duelo es elaborar lo que supone la pérdida, poder aprender algo del tiempo compartido con lo que hemos perdido y mirar hacia delante para seguir con nuestra vida de forma satisfactoria. En este artículo, veremos más concretamente las fases de un duelo amoroso, un tema que está muy a la orden del día dada la instantaneidad de las relaciones a través de las redes sociales y las aplicaciones de citas.

Negación, incredulidad o shock

En esta primera fase, lo normal es entrar en un estado de congelación, de no dar crédito a lo que está sucediendo. Por ejemplo: “no puede ser que esto me esté pasando a mí”, “no me creo que vaya en serio con lo de dejarme” o “¿qué acabo de hacer cortando con mi pareja?”. Es como si, por un periodo de tiempo, no pudiésemos asumir la responsabilidad de lo que nos ha pasado ni las consecuencias que ello conlleva. Nos vemos momentáneamente desbordados por la tesitura de la situación y la decisión tomada por alguna de las dos partes. En esta fase, es importante darse tiempo y espacio a uno mismo para procesar y reposar la ruptura. O por lo menos empezar el proceso que va a suponer esta ruptura de pareja.

Ira

La ira es una emoción primaria cuyo objetivo es poner un límite y generar distancia con respecto al agente externo que nos hace sufrir o nos da miedo. Por ejemplo: “qué mala persona ha sido por dejarme”, “con todo lo que he dado por él/ella y ahora va y me deja”. Todavía no estamos preparados para ver cómo nos afecta a nosotros o lo que se nos mueve por dentro, por eso necesitamos poner la responsabilidad fuera y sacar nuestra rabia para quedarnos a gusto.

Aunque a veces la ira, si no se expresa hacia fuera, puede que se vuelva en nuestra contra y nos enfademos con nosotros mismos. “Soy un tonto por dejarla, ¿en qué estaría pensando?”, “lo he dado todo por mi pareja y aun así no ha servido de nada. ¿Cuándo aprenderé?”. En este caso, conviene que interioricemos la rabia hacia fuera, cambiando el foco y el objetivo de esta emoción hacia lo que nos ha hecho daño para que el duelo pueda avanzar. No significa que lo que expresemos desde la ira sea la verdad absoluta, sino que hay que expresar todo aquello que no fue dicho en el momento de la negación.

Negociación

Una vez hemos podido sacar esa ira y esa bilis que guardamos dentro, es el turno de dar un paso atrás y mirar con perspectiva la situación. Analizar cómo ha sido la relación para que hayamos llegado a este punto de romper, sin buscar culpables, solamente ver los momentos y factores que han llevado a que esta relación se deteriorase hasta tener que finalizar. Conforme observamos y nos damos cuenta de lo que falló, vamos asumiendo esa responsabilidad que en las fases anteriores no podíamos. Como por ejemplo: “pues puede ser que no le preguntase qué necesitaba en lugar de haberle dado todo”, “quizá no nos esforzamos por cultivar la chispa buscando planes nuevos”, “hubo discusiones en las que nos podríamos haber dicho las cosas de otra manera”.

Tristeza

En esta cuarta fase, aparece otra gran emoción primaria: la tristeza. La necesidad que subyace a la tristeza es elaborar la pérdida de algo que ya no volverá. Es una fase muy melancólica en la que empezamos a darnos cuenta de lo que hemos perdido y que no lo recuperaremos. La frase que podemos asociar a esta fase es la de “echo de menos…”, como suspirando lo que fue. Esta fase es la más dolorosa ya que conectamos con el dolor nuclear y la soledad que supone ya no estar con esa persona. Por ello, hay veces que querremos volver con la persona o pedir un último intento antes de cambiar. Pero esto no es real puesto que lo estamos diciendo desde el “no quiero quedarme solo/a”, no desde haber elaborado la pérdida y sentir que ya estamos en otra posición más sana para tener una relación amorosa.

Aceptación

Y llegamos, por fin, a la última fase: la aceptación de la ruptura. Hemos dado un espacio a poder procesar la pérdida de nuestra relación y hemos transitado por las fases del duelo anteriores de forma satisfactoria. Estamos en posición de agradecer a la otra persona la relación que hemos tenido y lo que nos ha aportado, perdonar (sobre todo a uno mismo) los posibles errores y aceptar que la relación amorosa ha terminado. Todo esto se nota en, tanto como nos miramos a nosotros mismos tras la relación, como en la manera en la que percibimos a la otra persona. Aparece también la compasión.

Por otra parte, aunque el duelo haya finalizado la cicatriz emocional va a seguir presente dentro de uno mismo. Esto es importante tenerlo presente a la hora de iniciar nuevos vínculos amorosos, ya que no queremos repetir aquello que nos dañó y no funcionó en el pasado. Lo que se pretende tras caminar por las fases del duelo es aprender de la relación que tuvimos y emplear esas lecciones en futuras relaciones.

¿Cómo saber en qué fase del duelo estás?

Conviene aclarar que las fases del duelo no son perfectamente lineales, es decir, hay momentos que podemos volver de una fase a otra o ir avanzando fases sin llegar a aceptar plenamente la ruptura amorosa. Cada persona tiene su ritmo de procesamiento interno y necesita un espacio para poder expresar y asimilar lo que ha supuesto la relación, como lo puede ser un espacio de psicoterapia. 

Una de las claves para tomar conciencia de la fase del duelo en la que se está es mirar qué emoción es la que más se hace presente o sentimos intensamente. Esto se puede averiguar a través de la pregunta: ¿qué siento que queda por decir? Por ejemplo: ¿Es algo que tiene más que ver con el enfado y sacar la ira? ¿Es más bien algo melancólico y triste? ¿Necesito evaluar cómo ha sido mi relación? ¿O sigo congelado frente a lo que ha pasado? Son algunas preguntas orientativas para acompañar el proceso y nos ayudarán a profundizar un poco en cada fase.

Otro elemento que suele ayudar a procesar y ver en qué fase puede que sigamos enganchados es escribir una carta a la otra persona (sin el objetivo de entregársela, es para uno mismo). En esa carta, expresaremos lo que necesitemos y que no podemos decirle a la otra persona. Es una forma de desahogo y de escucha de uno mismo, así como para resolver los asuntos internos que se han quedado pendientes.

Cómo superar una infidelidad de tu pareja

Las infidelidades de pareja son una de las grandes crisis que puede atravesar una relación.

¿Es posible superar una infidelidad?

Se trata de un hecho muy lesivo, que además suele provocar dolor en diferentes niveles, por un lado está el componente de la traición y pérdida de confianza, por otro lado, el descubrir el acontecimiento puede provocar shock o incredulidad.

Con todo, y aunque lo importante es que cada persona decida que quiere superar, perdonar y qué es motivo de ruptura, sí que puede superarse una experiencia de estas características, aunque para ello suele necesitarse que se den una serie de condiciones:

  • La persona que ha cometido la infidelidad ha de estar arrepentida, reconocer el daño que le causa a la otra persona y tratar de repararlo.
  • Las infidelidades han de interrumpirse y no seguir ocurriendo.
  • La persona víctima de la infidelidad ha de estar dispuesta a perdonar el suceso y trabajar en arreglar la relación.

Cómo superar una infidelidad en pareja

En primer lugar es importante que no se convierta en un tema tabú, que, a pesar de lo doloroso y las ganas de superarla, no corramos a “pasar página” o “dejar la infidelidad atrás” o “mirar hacia el futuro”. Es un suceso doloroso, en ocasiones traumático, y es importante poder hablar de ello lo que sea necesario. Muchas personas necesitan expresar o necesitan saber por qué ha ocurrido o cómo se ha dado la misma, además de las implicaciones que ha tenido (si sólo era sexual, afectiva…)

Por otro lado, también es importante ser honestos con si realmente se es capaz de aceptar lo ocurrido y se desea solucionar, y utilizar la infidelidad como “una baza” cada vez que haya un problema o discusión. Se puede hablar de la infidelidad, pero no para utilizarla como arma arrojadiza.

También es extremadamente importante, y con ello no se le quita responsabilidad ni justifica a quien la ha cometido, tratar de entender qué estaba pasando en la vida de pareja e individual cuando ocurrió la infidelidad, ya que muchas veces a través de ésta se manejan otro tipo de problemas, siendo una forma de evasión, compensación o gestión de los mismos (sentirse poco valorado, huir del malestar, venganza pasivo-agresiva…). Si a través de la misma se han manejado ciertos temas, resolverlos ayudará enormemente a que no vuelvan a ocurrir y a mejorar significativamente el clima relacional.

Con todo, no existe un manual común para todos sobre “cómo superar una infidelidad”, “cómo perdonar una infidelidad” o “cómo olvidar una infidelidad” sino que es un proceso que lleva su tiempo, en el que cada persona necesita una serie de cosas y que aún perdonándola y superándola, es un hecho que no se olvida y que queda una cicatriz.

Expresa cómo te sientes

Probablemente este sea uno de los aspectos cruciales, y normalmente cuando pensamos en esta idea, solemos pensar únicamente en “la víctima” y no también en la persona que ha sido infiel. Es extremadamente importante poder hablar de cómo se sienten los dos miembros de la pareja, y atender y dar un espacio a todos los sentimientos, no sólo los de rabia, pesar o culpa.

Las infidelidades, especialmente si son recurrentes o mantenidas en el tiempo, suelen darse en situaciones complejas, y generan sentimientos contradictorios (enfado y miedo, culpa y ansiedad, tristeza y rabia…) lo que suele hacer que cueste procesarlos emocionalmente, y que el cerebro tienda a enquistarse en ellos, apareciendo patrones obsesivos en los que no se puede parar de pensar o imaginar en la infidelidad. Expresar estos sentimientos y permitírselos sentir evita este proceso.

Además, ayudará a mejorar la confianza, seguridad, empatía y comunicación del clima de la pareja, lo que ayudará a que la relación mejore.

Sincérate con tu pareja

Cuando ocurre un suceso así de difícil, es fácil que la infidelidad eclipse todo lo demás que está ocurriendo en la relación y que enturbie o tape los sentimientos que tenemos hacia el otro. Es por eso que es importante hacer introspección para poder darnos cuenta de lo que necesitamos del otro, cómo nos sentimos, qué reglas o pautas necesitamos, valorar la necesidad de pedir ayuda y otras variables, que son extremadamente importante que comuniquemos con el otro.

Respeta tu espacio y date tiempo

Cuando ocurre algo tan doloroso, es muy tentador querer correr para “solucionar” el asunto, ya sea a través de la ruptura o del perdón, sin embargo, muchas veces estas urgencias son fruto de querer huir y tapar el dolor más que de un deseo real y de una toma de decisiones consciente. Es importante sentirse realmente libre para poder elegir en un tema tan transcendente y delicado, y para ello es importante tomarnos tiempo y dedicar esfuerzos y atención en ver cómo nos sentimos y que distintas necesidades tenemos al respecto. Ser pacientes, comprensivos y abiertos con uno mismo y con el otro, es uno de los pilares para poder reconstruir la relación.

Cómo ayudar a una persona con depresión

Cómo se puede ayudar a una persona con depresión es una de las preguntas que más se suele escuchar en terapia. La depresión es una dura realidad que afecta a millones de personas en todo el mundo, no solo impacta en la vida de quienes la experimentan, sino que también plantea desafíos significativos para quienes buscan brindar apoyo. Cuando hablamos de depresión, nos referimos a un trastorno mental complejo que afecta significativamente el bienestar emocional y la calidad de vida de quienes la experimentan.

Esta problemática es una sombra que poco a poco va tiñendo todas las áreas y aspectos de la vida de una persona, afectando de manera notable en sus comportamientos, pensamientos y emociones. En este artículo exploraremos cómo ayudar a una persona con depresión y poder comprenderla.

Síntomas comunes en personas con depresión

La depresión es un complicado proceso emocional, que se manifiesta de diferentes maneras, pero siempre impactando de forma dolorosa en la vida de las personasLos síntomas pueden variar en intensidad según la persona, pero principalmente son:

  • Sentimientos de tristeza y vacío. La tristeza constante y profunda es un sello distintivo de la depresión, eclipsando la capacidad de experimentar alegría o placer. Asimismo, también se experimenta sentimientos como sensación de vacío o desesperanza constante.
  • Disminución del interés por actividades. La persona pierde el interés por actividades que antes eran agradables, o se deja de realizar actividades del día a día.
  • Cambios en el apetito. Debido a esto, se producen cambios en el peso, ya sea pérdida o aumento de peso.
  •  Cambios en el sueño. La depresión provoca problemas para conciliar el sueño, como el insomnio.
  • Sensación de fatiga. Es una sensación constante de falta de energía y de cansancio, lo que repercute en la motivación.
  • Sentimiento de inutilidad, de no valía y de culpa excesiva. Las personas presentan una baja autoestima, que viene acompañada de sentimientos dolorosos como no ser valido, ser insuficiente, o de no ser útil. También, suele aparecer sentimiento de culpa, por situaciones en las que, en realidad, no se tiene responsabilidad.
  • Dificultad para conectarse o para tomar decisiones. Se presenta mucha dificultad para prestar atención a algo, lo que repercute también a la hora de tomar decisiones, lo que provoca sentir inseguridad y ansiedad.
  • Pensamiento o ideas acerca del suicidio. En momentos graves, pueden aparecer pensamientos acerca de la muerte o del suicidio.

Pautas para ayudar a una persona con depresión

Aunque es positivo identificar o tomar conciencia de los síntomas para tratar a una persona con depresión, es relevante no quedarse en estos aspectos, si no explorar que hay debajo. Comprender el origen de la depresión, entender el por qué, va más allá de simplemente reconocer los síntomas manifestados. La toma de consciencia y el “darse cuenta” de lo que lo ha provocado, actúa como un componente significativo y curativo en este proceso.

Para ayudar a una persona con depresión es importante, más allá de las técnicas o enfoques terapéuticos, mostrar una actitud de empatía, autenticidad y aceptación incondicional hacia la persona que está sumida en la depresión, con el fin de ayudarla. Más allá de esto, hay ciertas pautas que facilitan el ayudar a personas con depresión.

Hazle saber que estás ahí

Las personas sumidas en la depresión tienden a aislarse, ya sea consciente o inconscientemente, alimentando un sentimiento de soledad que muchas veces genera más dolor. Hacer saber que estás ahí puede marcar una diferencia significativa. El sentir la calidez de alguien que está contigo, ayudándote a sostener esta pesada carga es algo muy emotivo y removedor para la persona.

Escucha sin juzgar

Sentirse escuchado, sin tener miedo a recibir algún tipo de juicio de valor, es una de las acciones más sanadoras que puede existir para la persona con depresión. Al escuchar de forma abierta e incondicional, intentando entender a la persona, se le brinda un espacio seguro y de apoyo donde poder expresarse, desahogándose y entrar en contacto con esas emociones dolorosas.

Reconoce sus emociones

La importancia de reconocer las emociones radica en el hecho de que permite a la persona sentirse comprendida y validada en su experiencia subjetiva. Este reconocimiento esencial no solo fortalece la conexión interpersonal, sino que también ayuda a la persona deprimida a desarrollar una mayor conciencia y comprensión de sus propias emociones.