Cómo identificar a una persona narcisista

A menudo se habla sobre en narcisismo y es importante saber que muchos de los rasgos que se asocian a lo que es una persona narcisista no son rasgos o características exclusivas de ellos sino que todos y todas, en algún momento de nuestra vida podemos mostrar comportamientos o actitudes narcisistas sin que ello suponga que tenemos una personalidad narcisista como tal. Veamos esto en más detalle.

¿Qué es una persona narcisista? ¿Qué tipos hay?

En las personas consideradas narcisistas existe un patrón más o menos estable y expandido en el tiempo de unos rasgos de personalidad. Estos rasgos tienen que ver con una necesidad grande de ser admirado y reconocido, una autoestima aparentemente “inflada”, egocentrismo y falta de empatía. Suelen ser personas que creen que sus ideas y valores están por encima del resto y son las únicos verdaderas. Por último, la necesidad de control también suele ser característico, manifestándose muchas veces a través de la monopolización de las conversaciones y la manipulación emocional, entre otras.

La personalidad narcisista también puede considerarse según algunos autores (Joshua D. Miller y W. Keith Campbell) como un espectro. Es decir, existen distintas formas de ser una persona narcisista describiéndose habitualmente varios tipos de narcisista. Veamos éstas categorías.

Narcisismo exhibicionista

Le gusta mucho ser visto, admirado y alabado. Suele posicionarse en el centro de las conversaciones y de la atención exaltando bastante sus logros o capacidades. A menudo dan consejos a los demás destacando sus propias vivencias e historias, como si tuviesen la verdad absoluta o supiesen mucho de la vida.

Narcisismo introvertido

También consigue la atención de los otros pero esta vez a través de un rol más bien victimista. Se posiciona en una posición inferior o de malestar y sufrimiento. Esto suele generar en su entorno la necesidad de prestarle atención. Es decir, a través de este papel de víctima consigue que los otros se queden a su lado.

Narcisismo tóxico

Lo que más destaca en este tipo de narcisismo es la necesidad de sentirse por encima del otro. Estas personas suelen mantener relaciones íntimas con personas a las que poder dominar o manipular, especialmente a través de la culpa o posicionándose muchas veces como un salvador o una pieza crucial de su vida. Además, tienden a minimizar a la otra persona o ridiculizarla, a veces de forma muy sutil, generando inseguridades y temores.

Rasgos de una persona narcisista

  • Tiene sentimientos de grandeza y superioridad (exagera sus logros y talentos, por ejemplo)
  • A menudo tiene fantasías entorno al éxito, el poder, la brillantez o la belleza
  • Se cree especial o “único”. Suelen esperar o querer un trato privilegiado
  • Necesidad excesiva de ser admirado
  • Baja o nula empatía hacia los sentimientos ajenos
  • A menudo se aprovecha o busca beneficios en sus relaciones interpersonales
  • A menudo siente envidia de otros o piensa que los demás sienten envidia de él/ella

¿Cómo se relacionan las personas narcisistas?

Como hemos visto, las personas narcisistas a menudo explotan y manipulan a las personas de su alrededor y esto suele hacerse más latente en sus relaciones de pareja. Se sabe que no existe ningún patrón en las características de la persona que se relaciona con el narcisista y nadie está exento de caer en las “garras” de este tipo de personas. Pese a esto, sí es habitual que estas personas tiendan a acercarse a personas que pueden encontrarse en un momento vulnerable, que buscan protección o que tienen cierta dependencia emocional.

Si todo esto resuena contigo y crees que tu pareja es narcisista te damos algunos ejemplos de cómo es una persona narcisista en el amor:

  • “Love Bombing”. Ocurre mucho que al inicio de la relación te lo dan todo, alabándote y mostrando lo mucho que te aman a través de detalles y palabras
  • Habla mucho de sí mismo/a pero habláis poco de ti
  • “Gaslighting”. Esta forma de manipulación te hace sentir culpable o sin criterio
  • Hace bromas que te ridiculizan o dice cosas hirientes a las que quita hierro si dices que te duele o te afecta

Para terminar, decirte que, si te estás relacionando con una persona narcisista o sientes que no puedes dejarla, puede ser un buen momento para reflexionar sobre los motivos por los que no puedes salir de esa relación. ¿Qué te engancha a el/ella?, ¿Cómo te sientes cuando estás con él? ¿Te sientes cuidada y querida?. Una terapia emocional puede ayudarte mucho, pero si no puedes permitírtelo, hazte estas preguntas y no dejes de hablar con personas de confianza pero sobre todo, escúchate a ti mismo/a y elige quererte.

Ataque de ansiedad: síntomas y qué hacer

El que ha sufrido ansiedad sabe lo incómoda y desagradable que es. La sensación de pérdida de control, miedo a enloquecer, sudores, temblores, etc. Además, cuando llevamos tiempo sintiendo ansiedad solemos sentir también un desgaste y cansancio. Puede surgir una tristeza profunda relacionada con sentir que mi vida no me pertenece o que ya no sé quién soy.

Síntomas de un ataque de ansiedad

Al ataque de ansiedad también se le llama crisis de ansiedad o ataque de pánico. Esta crisis tiene que ver con la aparición súbita de un miedo o malestar intenso alcanzando el pico máximo en cuestión de minutos. Para cada persona esto puede vivirse de forma muy distinta pero son habituales los siguientes síntomas:

  • Palpitaciones, taquicardia o sentir el golpeteo del corazón
  • Temblores
  • Sudoración
  • Sensación de ahogo y/o dificultad para respirar normalmente
  • Mareos, confusión, inestabilidad y/o nauseas
  • Dolor de pecho y/o de abdomen
  • Sensaciones de calor repentino y/o de escalofrío
  • Hormigueos y/o entumecimiento
  • Desrealización (sensación de irrealidad) y/o despersonalización (no sentirse uno mismo)
  • Miedo a morir y/o a que pase algo terrible
  • Miedo a volverse loco y/o a perder el control

¿Puede ser peligroso?

Muy a menudo las personas sienten que un ataque de ansiedad es peligroso. Esa sensación o temor es normal y está asociado a la misma ansiedad ya que sentimos que el cuerpo está teniendo reacciones incontrolables que generan malestar. En general, salvo que tengas problemas médicos, el ataque de ansiedad no tiene ningún peligro. Recordemos que en el deporte y en otras situaciones también nuestro cuerpo se activa mucho y esto no es peligroso.

Qué hacer en un ataque de ansiedad

Es importante y puede dar mucha calma a la persona saber cómo gestionar un ataque de ansiedad. Te damos algunas estrategias que pueden ayudarte cuando no sabes qué hacer en una crisis de ansiedad:

Haz respiración consciente y profunda

Cuando sentimos ansiedad solemos adoptar una respiración superficial y más centrada en la zona del pecho. Intenta ser consciente de cómo estás respirando y prueba a respirar de otra manera poco a poco, sin exigencia ni prisa. Se ha demostrado que cuando adoptamos una respiración más profunda y lenta desde el diafragma o estómago la ansiedad disminuye. Hay varios ejercicios que pueden ayudarte con esto. Por ejemplo, imaginar que tu barriga es un globo que se infla y se desinfla o la técnica de los 4, 7 y 8 segundos (inhala en 4 segundos, aguanta la respiración en 7 segundos y exhala en 8 segundos).

No luches con la ansiedad

Expresa y toma conciencia de cómo te estás sintiendo sin rechazarlo a nivel corporal. Permite que tu cuerpo reaccione a la crisis recordando que lo que te está ocurriendo no es peligroso. Al igual que llorar nos ayuda en muchos momentos, el temblor es la forma natural que tiene el sistema nervioso de gestionar la adrenalina y la tensión emocional.

Busca apoyo de alguien cercano

Si tienes a alguien de confianza cerca durante una crisis de ansiedad puede ayudarte hablar con esa persona, expresar lo que te está pasando y buscar su apoyo. Puedes darle la mano, mirarle a los ojos o abrazarla. Puede que esto te genere vergüenza o te sientas vulnerable pero puede ayudarte mucho a desahogar la ansiedad y a sentirte más humano/a y acompañado/a.

Escaneo corporal

También puede ayudarte mucho enfocar tu atención en cada zona de tu cuerpo. Por ejemplo, ir sintiendo cada parte de tu cuerpo poco a poco y respirar mientras lo haces. Esto es importante a veces ya que el hecho de sentir (tu cuerpo, el suelo, una almohada) ayuda a conectarnos con el momento presente y ahuyentar así pensamientos catastróficos que están aumentando la ansiedad.

Heridas de abandono: entiendelas y sánalas

¿Qué son las heridas del abandono?

Las heridas de abandono son un término que hace referencia al impacto emocional que crea en las personas, el hecho de haber sido poco cuidados y atendidos por los padres en la niñez.

A veces este abandono es difícil de comprender, ya que puede ser de tipo físico (cuidados, inculcar disciplina y hábitos, higiene y alimentación…), o de tipo emocional (sentirse escuchados, atendidos, preguntados, acogidos y validados en sus sentimientos).

¿Cómo impactan en la vida adulta?

Aunque a veces las circunstancias se imponen y no hay más opciones, siendo necesario o la vía menos mala, hay que entender que cuidar a los padres es una carga grande y desproporcionada para un hijo, para la que nunca está preparado, por muy maduro para su edad que este sea.

Es frecuente pensar que, cuando dicha situación pasa y el niño se convierte en un adulto, ya no tiene mayor impacto, sin embargo, este tipo de experiencia de abandono en la infancia, proyecta una alargada sombra hacia la vida adulta, influyendo enormemente en cómo ese niño que cuidó a sus padres se relaciona de adulto no sólo con ellos, sino también con otras personas e incluso, consigo mismo.

Síntomas de la herida de abandono

Los síntomas de la herida de abandono que se dan más frecuentemente son:

  • Perfeccionismo
  • Depresión
  • Ansiedad
  • Culpabilidad
  • Dificultades para el autocuidado
  • Pensamiento rumiante
  • Dificultad para comprometerse con sus propios objetivos
  • Tendencia a complacer a los demás
  • Problemas para poner límites
  • Falta de asertividad
  • Consumo de sustancias

Además, más allá de los problemas sintomáticos, condiciona enormemente cómo esa persona crea sus vínculos y relaciones afectivas de adulto, experimentando un profundo miedo al abandono, para evitar sentir de adulto en sus nuevas relaciones, el dolor que experimentó de niño. Aunque pueda parecer paradójico, esto le lleva a moverse en posturas muy marcadas de dependencia excesiva (busca en su nueva pareja esa compañía y seguridad que no tuvo) o todo lo contrario, con un afán extremo de mantener su independencia, a fin de no volver a necesitar a nadie por el temor de volver a verse sólo o teniendo que cuidar a otros.

Este miedo al abandono también puede llevarle a asumir roles de cuidador, en los que repite en sus nuevas relaciones lo que hacía de pequeño, ya que para él la forma de expresar amor es a través del cuidado. Esto le lleva muchas veces al autoabandono, ya que su foco está siempre en cuidar a otros y no de sí mismo. Este proceso puede darse exactamente al revés, con un exagerado “egoísmo” y “mirar por lo suyo” ante el miedo de volver a ver eclipsadas sus necesidades por la de los demás.

Cómo sanar heridas de abandono

Si nos preguntamos cómo sanar las heridas de abandono, de forma que no sigan condicionándonos de adulto, la terapia focalizada en la emoción es un tipo de intervención muy adecuado, ya que se trata sobre todo de una herida emocional que condiciona mucho la forma de funcionar más que un “problema objetivo” que ocurra actualmente en la vida de la persona.

En la psicoterapia, y con ayuda del psicólogo, el paciente podrá expresar e integrar las emociones reprimidas (normalmente de tristeza y rabia), así como encontrar solución a esos conflictos emocionales y sentimientos encontrados hacia los padres (por un lado suelen dar pena por su dramática situación pero también enfado) y elaboración del duelo de la infancia normal y alegre que no se tuvo, así como recuperar la sensación de agencia, responsabilidad y empoderamiento necesarias para que la persona se sienta capaz de cuidarse y de anteponerse a otros cuando sea necesario.

La responsabilidad afectiva y su impacto en las relaciones

Mucho se ha hablado últimamente de la responsabilidad afectiva, especialmente en el contexto de las relaciones sexoafectivas. El creciente uso de las redes sociales y las apps para ligar fomentan la necesidad de hablar sobre cómo nos estamos relacionando y el impacto que esto tiene en nuestra salud mental. Hoy hablamos un poco sobre qué es tener responsabilidad afectiva y cómo cultivarla.

¿Qué es la responsabilidad afectiva?

Como mencionábamos, se habla constantemente en las redes y otros medios sobre este término pero, ¿sabemos realmente qué es tener responsabilidad afectiva? La responsabilidad afectiva trata sobre cómo nuestra forma de relacionarnos y actuar en nuestros vínculos, ya sea de pareja, familia o amistad, tiene un impacto y una repercusión sobre ellos. Este término implica tomar conciencia sobre las consecuencias emocionales que tiene en el otro mi comportamiento y en cierta medida, hacernos cargo de ello. Sabemos que esto no quiere decir que tengamos que satisfacer todas las necesidades del otro por encima de las nuestras, pero sí ser conscientes de que los vínculos implican una cierta interdependencia y cuidado mutuo.

Conductas de falta de responsabilidad afectiva

Muchas personas acusan a otras de no tener responsabilidad afectiva, y es que, parece haber una comprensión popular más o menos extendida sobre qué tipo de conductas implican una falta de responsabilidad afectiva. De forma general, hablamos de comportamientos en los que la persona no permite que exista una comunicación emocional basada en la empatía, la asertividad y el respeto. Veamos algunos ejemplos.

-Invalidar o minimizar las emociones de la otra persona banalizando y tratando de “quitar hierro” a lo que siente o mostrando indiferencia a las necesidades del otro.

-Desaparecer o anular la comunicación de forma inesperada. En esta línea, puede sonarte el llamado ghosting, que ocurre cuando una persona con la que parecía discurrir todo sin problemas desaparece de nuestra vida sin dar explicaciones.

-Evitar hablar de la relación y de los límites específicos de ésta. Ocurre, por ejemplo en personas que no quieren definir la relación y postergan o evitan esta conversación constantemente.

-Depositar la responsabilidad de mis actos en la otra persona generando culpa. Esto puede darse de muchas formas, por ejemplo alegando que han sido infieles porque la otra persona no les daba lo que necesitaban.

-Tomar estrategias de manipulación o engaño. Aquí entrarían muchas formas de abuso emocional, algunas de las cuales pueden ser muy sutiles y pasarnos por alto. Por ejemplo, el gaslighting, consiste en negar la realidad de algo que ha ocurrido provocando que la otra persona dude de su propio criterio y se confunda o se sienta culpable.

Cómo trabajar la responsabilidad afectiva con nuestro entorno

Ser responsable afectivamente no siempre es tarea fácil. Para que nuestras relaciones sean lo más saludables posibles es importante atender a si existe equilibrio en cuanto a lo satisfechas y atendidas que están las necesidades y emociones de ambas partes. En relaciones de pareja por ejemplo, puede ser muy útil acudir a terapia de pareja si no conseguimos este equilibrio. Lo mismo puede ocurrir en terapia de familia, donde la comunicación, entre otras, puede complicarse mucho. Más allá de esto, podemos atender a una serie de aspectos para trabajar la responsabilidad afectiva con nuestro entorno en el día a día.

-Comprender qué es la responsabilidad afectiva y aprender a detectarlo, tanto en el otro como en mí misma.

-El autoconocimiento. Ser consciente de nuestras necesidades, valores personales, carencias y de nuestros límites, sin caer en el autoengaño. Puede ayudar hacerse preguntas como, ¿qué busco en una relación?, ¿qué necesito?, ¿qué me está faltando en esta relación?, ¿me cuesta estar sola?, etc.

-Trabajar la comunicación asertiva. Comunicar lo que necesito y mis límites de forma clara, sin caer en la comunicación agresiva ni en la inhibición.

-Fomentar la empatía. Escuchar al otro activamente y tratar de comprender sus necesidades y emociones aceptando que pueden ser diferentes a las mías.

-Respetar al otro y a mí mismo. No transgredir los límites que la otra persona pone así como no quedarnos en un lugar que sabemos que va en contra de nuestro valores o que merma nuestra autoestima o salud mental.

Estoy triste y no sé por qué, ¿qué hago?

Seguro que te resulta familiar la frase “estoy triste y no sé por qué”. A veces cuando estamos tristes podemos tener una sensación de sinsentido o vacío emocional que poco comprendemos. A veces sentimos como si la vida no fuera lo suficientemente gratificante o faltase algo. También podemos sentir que hemos perdido algo valioso o que la vida nos pesa y nos cuesta continuar. Veamos estos temas en mayor profundidad.

¿Por qué me siento triste?

Cada persona es única en su tristeza y a veces este sentimiento se puede hacer difícil de llevar, especialmente cuando estás triste y no sabes por qué. La tristeza es una emoción básica y, como las demás emociones, aparece con un propósito y tiene un modo particular de hacerse sentir. La tristeza tiene una función principalmente relacional. Como dice Anabel González en su libro “No soy yo”: “si no sintiésemos tristeza al perder a un ser querido, probablemente no nos mantendremos tan apegados entre nosotros”. Además, cuando estamos tristes muchas veces necesitamos un abrazo o unas palabras afectuosas de un ser querido. Comunicar esto también puede acercarnos mucho a nuestro entorno.

«Si no sintiésemos tristeza al perder a un ser querido, probablemente no nos mantendremos tan apegados entre nosotros.» Anabel González

Cuando no entendemos por qué estamos tristes es importante escuchar y prestar mayor atención a esa emoción y a los momentos en que aparece. Muchas veces, si está emoción se mantiene constante en el tiempo e interfiere mucho en nuestro día a día, podemos estar atravesando una depresión. Sería aconsejable iniciar una terapia psicológica que te ayude a profundizar y comprender lo que está ocurriendo. A continuación, te ofrecemos algunas opciones para empezar a abordar tu malestar.

Cómo superar la tristeza constante

Aquí viene una pregunta habitual, ¿cómo puedo dejar de estar triste todo el tiempo?. Las emociones no son como piedras en el zapato que podamos quitarnos sin más sin ninguna repercusión. Las emociones, en su versión sana, buscan satisfacer necesidades y aparecen en momentos determinados para luego marcharse y dejar paso a otras emociones. Como un mar que no puede evitar rugir por el paso de una ola tras otra.

Cuando una emoción se vuelve muy constante y afecta en el día a día a la persona, puede ser un signo de que algo no se está procesando adecuadamente. Te recomendamos prestar atención a los siguientes aspectos.

Identifica a la tristeza

Reconócela en tu cuerpo, ¿dónde la sientes? Si tuvieras que ponerle un color o una forma, ¿Cuál sería?, ¿qué pensamientos o qué recuerdos te trae?. Dibujar o escribir sobre ello puede ser muy útil en este sentido.

No reprimas esta emoción

Permítete sentir la emoción sin tratar de huir de ella o evadirla. Es muy común que queramos aliviar la tristeza a través del alcohol, distracción o tapándola con otras emociones como puede ser el enfado. Es importante transitar la tristeza de forma compasiva contigo mismo para que pueda darse el procesamiento emocional necesario.

Habla con alguien de confianza

Comunícate, expresa lo que sientes. Si tienes la oportunidad de hablar con alguien de confianza o una psicóloga, te será muy beneficioso hablar de esto e incluso llorar. Ponerle palabras a lo que sentimos nos ayuda a comprender mejor de dónde viene y además, el sentir que otro nos escucha y puede ver nuestro dolor puede hacerte sentir menos sólo y más humano.

Encuentra momentos de bienestar para ti

Trata de cuidarte, darte momentos de placer o de introspección. Para cada persona estos momentos pueden ser muy distintos, no hay normas rígidas en el autocuidado, escucha tu intuición sin caer en la evitación o la huida de esa tristeza.

Agradece día tras día

Muchos estudios reconocen el efecto beneficioso que trae el agradecimiento en algunos momentos. No siempre tenemos ganas de agradecer y no siempre es necesario hacerlo, pero prueba a conectar de vez en cuando con esa sensación agradeciendo los momentos buenos de tu vida, aunque sean pequeños, o las personas importantes que aún están contigo y a las que quieres.