Sentimiento de culpa: aprende a gestionarlo

17 Jun 2024

Actualmente, cuando hablamos de culpa lo más probable es que lo asociamos con emoción negativa y desagradable. Con este artículo, intentaremos mirar a la culpa de frente para darle una mayor profundidad y extraer algo que nos sirva para nuestro bienestar. Puesto que de la culpa podemos aprender.

¿Qué es el sentimiento de culpabilidad?

La culpa es una emoción principalmente social, es decir, que se activa cuando hacemos algo que no encaja con la expectativa social o el contexto en el que nos movemos. Conviene diferenciar el sentimiento de culpa y autocastigo, muy ligado al hacer y nuestro comportamiento, de la vergüenza, más asociada a lo que somos y nuestra vulnerabilidad.

Rompiendo una lanza en favor del sentimiento de culpa, este cumple una función sana que es la de indicarnos que hay algo que podemos corregir y mejorar para poder reparar el daño que hemos provocado en el otro o en nuestro ambiente. En los vínculos interpersonales, es habitual que esta emoción se active cuando cometemos un acto que tiene un impacto negativo o desagradable para los demás. Por lo que, el sentimiento de culpa es útil para mantener esos vínculos, reparar el daño causado y aprender del error.

Por otro lado, la culpabilidad puede pasar a ser insana y dañina para uno mismo cuando nos quedamos enganchados en ella. Es decir, cuando no sacamos algo en claro o no sentimos que hemos reparado el daño hecho. Y se convierte más en un autocastigo en el que tenemos un dedo por encima de nosotros reprobándonos lo mal que lo hemos hecho y lo horribles que somos por ello. En este caso, la culpa se convierte en algo que nos ata a nuestro pasado, sin dejarnos opción a avanzar o corregir nuestros errores por mucho que nos esforcemos.

Cómo actúa una persona con este sentimiento

La persona que tiene un sentimiento de culpa excesivo tiende a desconectarse de sí mismo. A estar más pendiente del otro que de sí mismo. Por ejemplo: pedir perdón de forma constante por cosas que no son graves, adoptar una actitud sumisa frente a los demás, tener la sensación de que mi criterio no tiene validez… En líneas generales, la persona que se autocastiga tiende a responsabilizarse en exceso a acciones, situaciones o reacciones que están fuera de su mano. Es, en cierto modo, una forma de salvar y proteger a los demás. Traduciéndolo a palabras de una persona que se autocastiga, sería algo así como “si todo es culpa mía, el malo soy yo y los demás son buenos. Entonces me tengo que ganar su cariño y aprobación”.

Esta culpabilidad excesiva nos alivia de la complejidad que tiene el mundo en cuanto a que todas las personas fallan, tienen errores y no miden bien las consecuencias de sus actos. Asumir que el otro puede fallar y que no es malo por ello, así como yo tampoco soy mala persona por cometer errores, resulta más difícil de digerir porque es menos ideal y perfecto. Lo difícil es tener la conversación de “oye, hay algo que haces en relación a mí que no me gusta” o “no voy a cumplir tus expectativas ni cubrir todas tus necesidades”. Y toca ponerse a negociar con el otro en cuanto a lo que puedo pedir y dar.

Consejos para afrontar la culpabilidad

Para quitar el sentimiento de culpa excesivo y quedarnos con la culpabilidad adaptativa y sana, se pueden plantar diferentes semillas.

La primera es aceptar que fallar es humano y que, por lo tanto, cuantos más errores cometo más puedo aprender como persona. Es crucial darnos el permiso para cometer errores con el fin de enmendarlos. Primero experimento y luego doy sentido a mi experiencia. Las relaciones humanas en las que no se dañan entre ambas partes no existen puesto que son muy ideales o superficiales. Si quiero tener un vínculo profundo y que me aporte sentido, necesito asumir que voy a hacer daño a la otra persona y la otra persona me dañará en algunos momentos. Así como darle al otro el 50% de responsabilidad que le corresponde dentro de la relación. La clave está en si ambos estamos dispuestos a reparar el vínculo cada vez que se deteriore. El compromiso desde lo realista es sanador.

Ligado a esta idea, compartir nuestra carga vital con personas de confianza nos puede ayudar a aflojar con nuestra culpabilidad. Si tengo un acompañante que lleve conmigo una parte de mis errores y me dé su punto de vista a lo que hago, podré ver qué cosas se me están escapando. De este modo gestionaré mis emociones de forma más coherente. Además de asumir que no tengo las respuestas de todo lo que sucede a mi alrededor.

En tercer lugar, hay que construir y conectar con la voz de la autocompasión. Esto es, intentar ser, para nosotros mismos, el amigo que nos entiende y nos acompaña. En lugar de hablarnos como el padre que nos castiga y nos grita por hacer las cosas mal. Quizá nos exigimos en exceso en las relaciones interpersonales y nunca podremos cumplir esas expectativas. Y habrá que intentar ajustar esos ideales a la realidad de lo que soy y lo que me rodea.

Por último, nos tenemos que esforzar por hacer trabajar el sentimiento de culpa para nuestro deseo de mejorar y de tener relaciones saludables, no al revés. Esto se puede trabajar a través de una pregunta que inicie este camino: ¿en qué aspectos de mi vida puedo hacer las cosas un poquito mejor, dentro de mis posibilidades? En lugar de pensar: ¿qué hago mal? O ¿tengo la culpa de todo lo que me pasa en la vida? Puesto que nos dejan en un lugar de inferioridad en el que sí o sí voy a tener que cargarme con algo para arreglarlo. Dale al mundo la opción de ayudarte y no te cargues con todo.